BIENVENIDOS!

Un espacio entre nosotros, dedicado a liberar esa carga, ese comment reprimido a punto de explotar y que solo un buen vino y una buena charla lo saca!

Adelante este es tu espacio, comenta, critica, opina, descarga y se libre de pensar y sentir..

jueves, 10 de marzo de 2011

Uno de aquellos vuelos

6:45 am
Llego al aeropuerto con suficiente tiempo para abordar. Llevo conmigo 1 maleta repleta de revistas, 1 caja adicional y un portafolio con todo lo que necesito; no tengo novedades para chequearme, aunque pensé que podían cobrarme sobrepeso, pero todo fluye normalmente, no hay gente en el counter así que asumo que será un vuelo tranquilo.
Paso migración, en realidad mi cédula panameña ayuda mucho, pues mi pasaporte ecuatoriano me coloca automáticamente como sospechosa; paso la banda de Rx, y solo por si acaso, el agente decide revisar mis cosas, aunque me sonríe por ser panameña, hace una mueca por ser ecuatoriana.
Revisa todo, toca el fondo del portafolio por si llevo escondido drogas o algún chino; la aplasta, la huele, sonríe preguntando que hago y porque llevo tantas revistas; le explico que es material promocional y le enseño mi business card; el tipo sonríe recordando mi cédula panameña cierra todo y me desea un buen viaje.
Ya estoy acostumbrada; lamentablemente mi pasaporte pasó a la lista de sospechosos desde el año 2000, cuando una ola de inmigrantes desesperados por no encontrar futuro en su país, huyeron al mundo entero en masas incontrolables que alertó a las fronteras en todos los países y pasamos a ser un problema social. Hoy somos retenidos en cada aeropuerto, miles de preguntas, hasta revisiones indecorosas. Por eso decidí sacar la nacionalidad panameña, porque los panameños no emigran, no se meten con nadie, ni nadie se mete con ellos.
Decido ir al Salón VIP porque ese es uno de los beneficios del “tener”, como dice mi papá que también es ecuatoriano, “…es que mi hija es pelucona”, no me gusta ese término que simboliza al típico burgués en Ecuador; pero termino aceptándolo cuando me conviene serlo, como ahora, pienso mientras entro a la sala VIP para pasajeros en Primera Clase o “pelucones”.
Desayuno cómodamente, mientras veo CNN y leo las noticias  igual que otros pelucones que compartimos el salón y nos preguntamos todos sobre la economía mundial y las acciones en la bolsa; chateo por mi “black berry” mientras tomo mi café, porque eso es lo que hace un pelucón cuando entra a estos salones, total a nadie le importa lo que realmente haces; pienso mientras coloco caritas felices y corazones a mis hijas en un mensaje de despedida, es el cómo te vez lo importante en el mundo de los negocios,  lo he aprendido a lo largo de mi carrera como Directora para Centroamérica de una revista Internacional, hay que aparentar ser, eso es lo que pesa en esta relación de negocios. No importa si estoy o no de acuerdo, mi disfraz calza perfecto a la ocasión,  mi hija me preguntaba una vez, cómo logro parecer que estoy haciendo algo realmente importante mientras chateo en el “bb”,  cuando ella parece que está perdiendo el tiempo. Ahí fue mi primera enseñanza sobre cómo “parecer”, le dije: todo depende de tu cara, tiene que ser seria, tu postura tiene que ser erguida, cruza las piernas, de vez en cuando frunce el ceño como interrogación o preocupación y listo, nadie te interrumpe porque seguramente estás arreglando la economía mundial; me acuerdo que practicamos algunas posturas con ella y terminamos riéndonos de lo absurdo que a veces uno tiene que ser para encajar.
Me tomo otro sorbo de café y miro en las noticias de la CNN, un comercial de América Economía, sonrío para mis adentros, me imagino por unos instantes repartiendo la revista a mis colegas presentándome, entregando mi business card, recibiendo a cambio la de ellos, actividad que muchas veces hago en algún evento empresarial, para socializar, conocer otros directores o simplemente por sentir automáticamente el respeto de los demás a mi posición; sonrío sabiendo que si mis hijas lo supieran, les daría vergüenza, tomo otro sorbo de café y me doy cuenta que mis hijas no responden mis chats porque seguramente están dormidas aún. Satisfecha por saber que aún me queda un poco de vergüenza que enorgullecería a mis hijas, no hago nada de eso, termino mi café. Miro mi pase de abordar buscando la hora y puerta de salida y veo que me falta 5 minutos para abordar por la puerta 18F.
Busco en mi cartera un dólar para dejarlo de propina, como lo hacen todos y no tengo, le pido al bartender que me cambie un billete de 20 dólares, no tiene. Me disculpo por no dejarle propina como todos, me responde tan amablemente como puede su práctica de muchos años de servir a ejecutivos como yo, que no me preocupe, que lo importante es que estuve aquí… me siento miserable… esas son las desventajas del “tener” y no del “ser”, otra lección que debo enseñar a mi hija…
Salgo hacia la puerta 18 que queda justamente en el extremo oeste del aeropuerto, tengo el tiempo contado, pero no me preocupo, camino elegantemente, jalando el maletín, la sala está un poco lejos, pero pienso que tengo el tiempo justo, aunque apresuro el paso un poco, llego a tiempo. Encuentro la sala 18, pero extrañada no encuentro la F, es más, no hay nadie en esa sala, reviso mi boleto nuevamente ya sin poses y me fijo en mi error: era asiento 18F, sala de embarque 26!!, hora de embarque: 8:05; veo  mi reloj son las 8:08, noooo!! doy media vuelta y regreso  por donde vine buscando ahora la puerta 26, que justamente queda al otro extremo del aeropuerto! Claro, tenía que ser así. Ya no puedo caminar elegantemente, ni colocar una postura estudiada, me tengo que apresurar hasta casi correr o pierdo el vuelo; se me fue el glamour hace 3 minutos; agarro mi portafolio y se me caen las gafas, las tomo de prisa y acelero por los pasillos buscando la puerta 26, no me había dado cuenta hasta ahora, lo largo que es este aeropuerto, más todavía con estos tacones que entorpecen mi carrera, jalo todo lo que tengo: mi maletín, la cartera, el abrigo, la bufanda, mis gafas y una bolsa con chocolates que compré en el dutty free antes, cuando tenía tiempo de sobra. Todo se me desarma mientras corro, agarro como puedo sin detenerme, ya estoy atrasada y el vuelo a punto de cerrarse, mi corazón se acelera, justo lo que quería evitar, el estrés.
Puerta 26 al fin, llego con el tiempo exacto a la sala de abordaje, cuando todos los pasajeros están en la fila entrando, trato de componerme nuevamente y tomar control sobre mi misma, todos han regresado a ver intrigados a este huracán que llegó jalando todo en su paso, desordenada y arrastrando todos mis extras de equipaje que a este punto ya odio. Vuelvo a tener autocontrol, acomodo mis gafas, mi  cartera vuelve al hombro, la bufanda al cuello, enderezo mi maletín y estoy de vuelta, aquí no ha pasado nada.
Me espera un vuelo de 2 horas con escala en Costa Rica, rumbo a Guatemala.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Anímate a dejar un comentario, tu opinión es alimento para el alma del artista.. y para la mía también.