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martes, 15 de marzo de 2011

Terapia para la paciencia

Hoy recibí una clase de psicología aplicada al comportamiento humano. Fue un día completo de terapia emocional con énfasis en la paciencia, un ejercicio para la psiquis estresada de cualquier ser conciente. Fui al Seguro Social para sacar mi carnet.
Según los especialistas en problemas de índole psicótico social post-traumático, el procedimiento en un momento de stress recomienda relajarse, en caso de descontrol hay que aplicar la terapia de respiración profunda, con los ojos cerrados, pensar en la paz mundial mientras se pronuncia el OMM… Creo que apliqué todos los pasos, excepto el OMM.
Era mi tercer intento por sacar este bendito documento que me traía tirándome de los pelos cada vez que me acordaba; mis dos intentos fallidos anteriores se debieron, según los expertos psicoanalistas, a una falta de comunicación documentaria entre mi yo externo y el yo del caballero sentado en la burocrática silla desde hace dos períodos presidenciales.
Llegué por tercera ocasión puntualmente a las 9:00 de la mañana, esperando tener el privilegio de ser atendida prontamente, craso error; tomé el número como corresponde, me tocó el 91, miré la pantalla, atendían al 57, conté en mi mente, me faltaban 34 números, respiré profundo y me resigné a esperar, es ahora o nunca me dije. Busqué acomodar mi ansiedad en una de tantas sillas deterioradas por el peso del tiempo y le di mi voto de confianza al Sistema.
Frente a mí había una televisión que colgaba de la pared, sintonizando un canal de novelas pero con el sonido en silencio, me resigné a adivinar los diálogos mirando solo las escenas, que en el caso de estas típicas telenovelas latinoamericanas, no es tan difícil adivinar el argumento.
Esperé 1 hora, 2 horas, mientras la gente llegaba y se acomodaba uno a uno, resignados x su triste futuro igual que el mío; todos con la misma cara, esa expresión infinita de conformismo que provoca la frase: “tome su turno”, en mi proceso de observación, como dirían los expertos, llegué a una conclusión interesante: todos hacemos lo mismo. Es como una rutina automática enclavada en lo profundo del hipotálamo derecho del cerebro humano: toma el número, lo mira un segundo, trata de descifrar para qué diablos existe la letra izquierda del numerito, mira la pantalla, vuelve a mirar el papelito del turno que sacó, cuenta la diferencia, respira profundo y se desinfla; eso sí, cada uno hace un gesto diferente, unos soplan la resignación, otros aspiran la frustración, unos gruñen la impotencia, otros simplemente se rascan la cabeza porque quedaron atorados contando el montón de números que lo separan. Al final, todos aceptan su destino.
Pasa una hora más y la impaciencia comienza a abrumarme, me pregunto porqué se demora tanto, intento fallidamente en averiguar y esta vez es el sistema el que está lento… No hay nada que hacer, me mandan a sentar y esperar nuevamente porque las computadoras han aprendido muy bien su parsimoniosa labor burocrática. Regreso incómoda y resignada a mi silla, ya me he visto todos los programas de este canal mudo, el cansancio y el aburrimiento pueden más, de pronto envidio al caballero de al lado que se ha quedado profundamente dormido, seguramente no siente las horas pasar; que lento pasa el tiempo cuando uno se entretiene… pasa 1 hora más, escucho la conversación de las señoras de atrás que se cuentan mutuamente sus males y sus dolores, al fondo un niño llora incansable, la gente sigue mirando la televisión, intrigados por las noticias que ahora pasan y que nadie sabe que mismo sucede; me desconecto, el ambiente esta tan denso que creo que estoy entrando en un estado catatónico, no respiro, no me muevo, ni siquiera parpadeo, puedo controlar hasta los latidos de mi corazón, no escucho nada, la televisión no tiene sonido claro, casi todos duermen. De pronto alguien estornuda y regreso a la realidad, me doy cuenta que el tipo que atendía se fue hacía un buen rato, me levanto a preguntar y me dicen con la misma indiferencia con la que atienden, que el encargado se fue a almorzar. Se fue a almorzar! Llevo 4 horas sentada esperando que me atiendan y el señor se fue a almorzar! Reclamo y claro, era de esperarse, nadie más puede solucionar mi trámite. Me mandan a sentar nuevamente. Pierdo la paciencia. Lo siento, mi psicología aplicada tiene un límite. Salgo furiosa del lugar porque tengo que llevar las compras que tengo en el auto a la casa, no sin antes quejarme abiertamente que debieron comunicarlo, pienso que puedo ir y regresar pronto hasta que el fulano termine de comer. La gente también se molesta y logro que algunos se solidaricen conmigo y se vayan a almorzar, otros simplemente me miran con cara de resignación y no se mueven o tal vez entraron en el mismo estado catatónico que yo antes de reaccionar.
Regreso en 45 minutos calculando el tiempo de almuerzo del burócrata anestesiado y no puedo creer lo que veo. La pantalla muestra el número 99! Mi turno ya pasó! Reclamo y me dicen que lamentan mi malestar, pero que debí quedarme a esperar. Que “tome un turno” nuevamente o que vuelva mañana. Noooo!!! Me niego a tomar un turno, estoy intentando controlar la cólera que siento que va in crescendo, tengo ganas de gritarle uno a uno, todos los minutos desperdiciados en esa incómoda silla, pero no lo hago, solo cambio de color, respiro,  trato de comportarme y termino suplicando que me atienda, el hombre está anestesiado, creo que el estado cataléptico es contagioso. Me mira de arriba abajo y me regaña, insiste en que me está haciendo un favor, toma mis documentos de mala manera, se demora todo lo que mi paciencia aguanta, son las 3 de la tarde, estoy cansada y tengo hambre. Tengo que tragarme mi orgullo y encima disculparme por no haberlo esperado. Me devuelve un papel, con un número de teléfono anotado en él. Que lo llame mañana para darme el carnet. El sistema se cayó nuevamente. Creo que voy a llorar.
La gente me mira con tristeza, los síntomas son claros: otro caso más de trastorno neurótico antisocial… 

4 comentarios:

  1. Bueno mi querida Yady te entiendo y e sufrido muchas veces cada vez que retorno a mi adorado ecuador, te contare en elgun momento cual fue la triste solucion

    Felicidades escribes bello como siempre y me transportas al momento

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  2. Generalmente no leo porque me aburro fascilemente... pero esta me cautivo, porque has descrito vivamente las sensaciones que producen estas situaciones .

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  3. En realidad espero que estos cuentos cortos, loguen cautivarte mas y regreses siempre con una copita de vino, mientras nos contamos cuentos.

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  4. Hola Yadyra, bienvenida al mundo de la burocracia panamena, es el tipico cuento de las oficinas gubernamentales. No te envidio para nada. Saludos

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