BIENVENIDOS!

Un espacio entre nosotros, dedicado a liberar esa carga, ese comment reprimido a punto de explotar y que solo un buen vino y una buena charla lo saca!

Adelante este es tu espacio, comenta, critica, opina, descarga y se libre de pensar y sentir..

jueves, 10 de junio de 2010

MIS 7 PLAGAS EN GUATEMALA

A petición de mis amigas, reproduzco aquí una de mis más caóticas anécdotas. Espero que lo disfruten.

Llegué a Guatemala por negocios, mi responsabilidad de manejar varios países, me obliga a viajar de vez en cuando; tengo contratado un taxi que me llevará por todo mi recorrido durante los 4 días que estaré aquí, 2, 3 y 4 citas por día, visito clientes, agencias, asisto a eventos, conozco gente, entrego tarjetas, recibo otras, sonrío, dejo revistas, material promocional, cierro acuerdos, hago nuevos amigos, establezco cada vez, nuevas relaciones comerciales.
Por las noches me hospedo en un departamento contratado para tal fin. No es gran cosa, pero es suficiente considerando que solo llego a dormir, no me importa que sea un poco obscuro y pequeño, pienso que si me tocaría quedarme por más tiempo, no me gustaría este lugar, pero por ahora no me preocupa, porque salgo por la mañana y llego por la noche.
Tengo planeado regresar el viernes en el vuelo de la tarde, salgo a las 4:30, con escala nuevamente en Costa Rica, llego a Panamá a las 10: 00 de la noche. Todo perfectamente calculado.
Pero como las cosas no suceden como uno las planea sino como exactamente le da la gana, aunque uno tenga todo bajo control, sucede.
Fue un jueves por la tarde, mientras asistía a uno de los eventos más apoteósicos que he podido asistir en mi trayectoria para el medio al que represento, el lujo y el glamour se tomaron por completo el Palacio Nacional de la Cultura y acudió toda la Creme de la Creme guatemalteca, artistas internacionales, invitados especiales, reinas de belleza y personalidades de la farándula y los negocios, disfrutaban de una velada encantadora, cuando de pronto un rumor comenzó a circular por los salones, el Volcán Pacaya estaba haciendo erupción, mientras la música deleitaba a los asistentes, afuera, como si nada, comenzaba a caer una bruma grisácea que formaba una neblina casi imposible de romper, seguido por una llovizna permanente que no pararía en los próximos 4 días. Decidí salir del lugar.
En mi taxi de regreso escuché las noticias, nadie hablaba del magno evento que contrató medios para difundirlo; todos hablaban del desastre que acababa de pasar. El volcán erupcionó botando lava y fuego piro clástico hacia el cielo, haciendo que comience un plan de evacuación de 6 poblaciones aledañas, un periodista osado, en su atrevimiento por tener mayor cobertura, se encontraba desaparecido, una nube de ceniza comenzaba a cubrir el cielo. Lo último que pude ver antes de alejarme completamente del lugar, fue la alfombra roja tapizada ahora de ceniza y las bellas toldas blancas que daban la pulcra bienvenida, completamente negras y algunas ladeadas de tanto peso, los guardias de seguridad a cargo de cuidar la entrada y salida, ahora preocupados ahora por mantener el orden de las estructura que se venía abajo, evitando manchar los vestidos elegantes de quienes salían a curiosear o fumarse un cigarro, impresionados por la desagradable e inoportuna ceniza.
Todo se volvió negro. Las calles, los autos, los edificios, el cielo. Todo se cubrió de ceniza, la lluvia comenzó a caer incesante, impidiendo que la gente limpie lo ocurrido. Se comenzó a escuchar calamidades, heridos por caídas de techo de casas, resbalones por tratar de limpiar, los hospitales comenzaron a recibir gente con problemas respiratorios y estomacales. Hasta la 1 de la mañana que conseguí conciliar mi sueño, el periodista fue encontrado muerto y ya las poblaciones habían sido evacuadas, se abrieron albergues temporales, el aeropuerto fue cerrado por razones lógicas de seguridad, los vuelos que estaban en camino fueron desviados a aeropuertos alternos como El Salvador o Costa Rica, los vuelos de salida cancelados hasta el lunes y yo estancada en mi habitación pequeña y obscura, que me albergaría los siguientes días, pensando en que no importa que tanto pueda uno planificar, todo puede dar un giro cuando el destino o la naturaleza le da la gana.
Debí suponer que esta aventura no terminaría tan simple, cuando escuché en la televisión, que se acercaba a las costas de Centroamérica el Huracán Agatha.
Mientras mas intentaba buscar noticias alentadoras que me enrumben hacia mi hogar, que me den esperanzas por donde seguir, pensé en la posibilidad de tomar el bus hacia El Salvador, idea que me costó bastante considerar, pues viajo con una maleta muy grande, un maletín adicional de revistas y mis incómodos tacones que nada ayudan en estos casos; la idea de todas maneras fue evaluada pues si el aeropuerto permanecería cerrado, podría llegar a El Salvador y desde allí tomar el primer vuelo hacia Panamá. Demasiado tarde, mis dudas sobre arriesgarme a ir por tierra en bus con toda mi carga extra, sumado al peligro que representa viajar entre países donde las maras o pandillas aprovechan ingenuas presas, como yo, para sacar provecho, hacían más pausada mi decisión y aunque me especializo en adaptarme a todo, tengo demasiada carga como para pasar desapercibida en un viaje de 4 horas por tierra cruzando la frontera al Salvador; otro factor que no pensé en ese momento pero lo pienso ahora, nuevamente era mi pasaporte, no tengo permiso para entrar a El Salvador, correría el riesgo de ser deportada acaso? No lo se, solo sé que entre tantas dudas e indecisiones sobre si esperar o salir por tierra, el huracán se acercaba sigilosamente, las lluvias comenzaban a ser más fuertes, la tormenta comenzaba a hacer lo suyo creciendo los ríos y desbocándolos sobre poblaciones que desesperadas buscaban refugio montaña arriba, sin pensar siquiera que la cantidad de agua acumulada en tan corto tiempo, aflojaría los terrenos provocando derrumbes a lo largo de toda la carretera e inundando puentes; de la noche a la mañana, la carretera fue cerrada y mis pálidas ideas de irme por tierra se esfumaron; el gobierno recomendó no tomar esas rutas de salida, por lo peligroso de ciertas zonas donde el río había botado puentes y la montaña había cubierto de tierra y piedras imponentes otros cientos de tramos.
Pienso en toda la gente desesperada, veo en las noticias la cantidad de brigadas de ayuda que se están formando para sacar a las personas atrapadas en sus hogares anegados y destruidos ya sea por la ceniza, el volcán, los ríos o la lluvia, y yo preocupándome por mis problemas personales, debo relajarme y esperar, el lunes se abrirán los vuelos y podré tomar mi avión de regreso a Panamá, junto con mi familia, a quienes en este momento extraño a montones…
Salgo a comer algo cerca, no puedo caminar mucho porque llueve desesperadamente, hay ceniza en todo el pavimento, y yo con estos tacones que odio, no puedo salir muy lejos ni caminar mucho. Me entero que un barrio completo en la zona 2 se ha hundido impresionantemente, las imágenes son aterradoras, se abrió un hueco de 30 metros de profundidad y 26 metros de diámetro, se ha tragado casas de 3 pisos, la policía acordonó la zona para evitar que curiosos y periodistas se acerquen.
Comparto mi tiempo con mi amiga en Guatemala, Ruth, pero no tengo mucho ánimo, me siento triste por todo, por lo que sucede alrededor, por el día lluvioso y gris que no para, por la gente que va perdiendo sus casas, por mis hijos en Panamá, por mi esposo que angustiado no sabe cómo sacarme de acá. Ruth me deja en el departamento por la tarde y promete volver por mí en la noche para cenar, llego al departamento y descubro que no hay luz, -era lo que faltaba, pienso. El departamento es pequeño y obscuro, sumado al hecho que el día es gris, no hay mucho que hacer al respecto. Prendo mi computador, tiene batería suficiente, me pongo a escribir mi experiencia, termino llorando, se acaba la batería, quedo en una completa obscuridad, no puedo abrir las ventanas, llueve caudalosamente, hace frio, me acuesto a esperar que las horas pasen… llamo a mi casa, es lo único que me alienta, pero tan pronto escucho la voz de mi hija, lloro, no quiero estar aquí, quiero estar con ellos. No quiero preocuparlos, soy fuerte, siempre lo he sido, tengo que salir de aquí.
Salgo a cenar con Ruth, no tengo mucha hambre pero intento pasarla bien, converso con ella, con sus hijos, no quiero pensar, prendo la tv para ver novedades positivas y me entero que debido a la tormenta, ahora el aeropuerto permanecerá cerrado hasta el miércoles… le pido a Ruth que me deje en el departamento, me invita a quedarme con ellos a dormir, es muy amable, pero no quiero molestar tanto, ya ha sido suficiente. Me deja en el departamento, por suerte hay luz, prendo la tv, no hay nada alentador, mas lluvias, animales que mueren ahogados por la creciente de los ríos, casas derrumbadas, carreteras cerradas para el paso de ayuda y rescate, personas desaparecidas, cadáveres hallados kilómetros abajo arrastrados por la corriente, testimonios de personas desesperadas solicitando ayuda, nada que me haga sentir mejor. Apago la TV, intento dormir, me duele el estómago, me siento muy triste.
Son las 4 de la mañana no puedo más con el dolor de estómago, algo que comí seguramente me está haciendo daño, afuera sigue lloviendo, no hay luz nuevamente y para completarlo todo ahora tengo diarrea y vómito, me siento terrible, he perdido mucho líquido, quiero hacerme un té pero no puedo ver nada, todo está obscuro y la estufa funciona con energía, me acuesto y trato de dormir pero mi estómago se opone, termino nuevamente en el baño. Ya no tengo nada que botar, sigue pasando las horas, quiero que amanezca, no puedo acostarme ni 5 minutos que nuevamente tengo que ir al baño. Me siento débil, sé que necesito hidratarme, la luz regresó, son las 9 de la mañana pero sigue obscuro, he dormido por ratos, por lo menos puedo hacerme un te y llamar a Ruth por ayuda, aunque no quiero molestarla. Decido quedarme el día entero en cama. No tengo ánimo para salir.
Otra noche terrible, y ya van casi 2 días deshidratada, decido ir al hospital para que me receten algo que me permita continuar mi viaje, tengo que salir de aquí como sea, las noticias no auguran nada positivo, lo último que escuché es que el aeropuerto seguirá cerrado hasta el jueves.. Hoy es lunes y no puedo seguir así, no puedo esperar hasta el jueves, decido irme por El Salvador, ya no me importa mi exceso de equipaje, solo me preocupa mi estómago que me recuerda cada 5 minutos que debo hidratarme.
Llego al hospital caminando, no es lejos, pero me siento muy débil para caminar y sigo pensando en mis zapatos mientras camino sobre la ceniza acumulada en las calles, yo que planifico todo y no se me ocurrió traer zapatos cómodos; ya en el hospital me envían a emergencia, supongo que tengo una cara que lo justifica, me inyectan suero y varios medicamentos, tengo un alto grado de deshidratación y para colmo tomar gatorade, que fue mi único alimento estos días, no fue buena idea según la doctora, me hacen exámenes, tengo que esperar los resultados, la doctora me comenta que contraje una bacteria extraña que está alojada en mi estómago y tengo que tomar antibióticos durante 5 días además de hidratarme y otros medicamentos para restaurar mi flora intestinal derrotada por la bendita bacteria y la tristeza.
Como si me hiciese falta más acontecimientos a los sucedidos, mientras la enfermera colocaba el antibiótico en mi vena a través del suero, comienzo a sentir una picazón en la cabeza, luego en el cuello, en el pecho, llamo a la doctora, me suspende inmediato el medicamento, descubro que soy alérgica a las quinolonas, medicamento base de la ciprofloxacina, no tengo idea de qué me habla, pero entiendo que el antibiótico que iba a destruir la bacteria alojada en mi estómago, me provoca reacción alérgica. Lo siento, no lo sabía. Cómo iba a saberlo? Ahora tienen que inyectarme antihistamínicos para bajarme la reacción que a este punto ya estaba afectando mi respiración. Medio litro de antihistamínicos para contrarrestar la reacción y me duermen… Dormí plácidamente, no tengo idea cuanto tiempo, mientras mi cuerpo recuperaba las horas no dormidas durante la noche, mientras mi estómago recuperaba su decencia, dormí plácidamente en una camilla de emergencia, junto con otros pacientes que seguían llegando producto de varias razones.
Desperté con un hambre canina, hambre de dos días y medio de no haber probado bocado, desubicada donde estaba, reaccioné ante la cara amable de las enfermeras que entendieron mi estado de confusión y me pasaron con una sonrisa la factura. Voy a tomar una sopa en la cafetería del hospital, es la sopa de pollo más rica que he comido en mi vida…
Ahora a programar mi regreso a Panamá, me decidí: Voy a ir por tierra a El Salvador y desde allí tomaré el vuelo a Panamá. Mientras planifico esto, pienso nuevamente en qué caprichosa es la vida y como uno tiene que ir planificando conforme se van presentando los avatares.
Pero antes, solo por si acaso, hago cientos de llamadas, al aeropuerto, a la aerolínea, a información, a defensa civil, a la cruz roja, no hay manera, no van a abrir el aeropuerto porque yo lo pida, hay una confusión de órdenes, no sé si yo causé tal confusión, - señorita, escuché que hoy se abría el aeropuerto, le decía a la niña que me respondía al otro lado de la línea, no señora, no hemos sabido nada, pues averigüe, porque ya dieron la orden, -un momento por favor.. espero, -no señora no nos han comunicado nada, está segura? Vi al presidente diciendo que abrían hoy el aeropuerto con vuelos de entrada y salida.. un momento por favor.. nada.
No puedo hacer otra cosa, contrato un taxi, hago el cambio en mi boleto, me dice la chica que el único vuelo disponible es a las 7 de la noche de El Salvador a Panamá con escala en Costa Rica, lo tomo, programo mi salida a las 10 de la mañana del martes, son 4 horas de viaje, estimado, en el mejor de los casos, averiguo y me entero que hay derrumbes en la carretera, pero que están siendo abiertos, justamente por la cantidad de gente que necesita salir o entrar a Guatemala. – pienso egoístamente: quién va a querer entrar!.
Preparada con todo un arsenal de medicamentos, despierto lista para el viaje, mi maleta ya la tenía lista desde el viernes. Me llaman de la oficina, con otra noticia: necesito visa para entrar a El Salvador; listo, esto no me va a detener, cojo mi pasaporte y corro a la embajada, llego justo antes que la Sra. Cónsul salga de la oficina, revisa mi pasaporte ecuatoriano, me salva el hecho de ser residente panameña. Me otorga la visa indefinida, lamentando todas mis peripecias.
Son las 11 de la mañana, salgo para El Salvador en un recorrido que duraría en total 6 horas. Paso por los tramos habilitados y veo la furia de la naturaleza tratando de ser controlada por cientos de hombres trabajando, pienso que el guatemalteco es un hombre trabajador, me lo han confirmado las noticias y ahora que los veo trabajar limpiando los desastres del volcán y el huracán, el gobierno no se alcanza con tanto, son los hombres, mujeres y hasta niños de sus mismas comunidades, dedicados a reconstruir sus casas, sus tierras, sus sembríos. Han recuperado el puente inundado, me impresiona ver las secuelas, las tierras arrasadas por la lluvia y el río, las piedras que atravesaron la carretera, las casas destruidas, el lodo que refleja lo que desfiló por ahí. Paso junto al volcán promotor de todo, que descansa por ahora, no lo puedo ver, hay una nube que lo cubre. Le pido que no haga nada mientras llego a mi casita.
Llego al aeropuerto de El Salvador, son las 5:00 p.m. Estoy cansada, pero la esperanza de saber que estoy a pocas horas de mi casa me da ánimo. Me chequeo, intento componerme, pero estoy muy cansada y hambrienta, el suero líquido no es suficiente, no me quiero arriesgar comiendo cualquier cosa, me falta tan poco y tengo que llegar primero a mi casa.
Mientras vuelo de regreso, pensando en que haría escala en Costa Rica, como me dijo la muchacha por teléfono cuando hizo mi cambio de vuelo, solo puedo pensar en mis hijos y en lo feliz que estoy de volver. La azafata por el altavoz anuncia el aterrizaje, me bajo, paso la manga de salida pensando en que llegué a Costa Rica y que me tocaría buscar mi conexión a Panamá, pero tan pronto entro a la sala de embarque me confundo, miro a mi alrededor, reconozco la sala, no estoy en Costa Rica, estoy en PANAMA! El vuelo fue directo y nunca me fijé en el cambio que probablemente me hicieron en el counter, tuve ganas de hacer como el Papa y besar el suelo… Afuera me esperan mis hijos, mi casa, mi hogar…