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lunes, 3 de octubre de 2011

LECCIONES DE UN ADOLESCENTE

Hace poco tiempo fui invitada a formar parte del Grupo de Amigos de los Niños con Leucemia y Cáncer, acepté sabiendo que lo más valioso que puedo dar es mi tipo de sangre O negativo. La semana pasada recibí una llamada pidiendo ayuda para Héctor, un niño de 13 años, en su etapa terminal. Hablé con mi hijo que también tiene 13 años y esto fue lo que sucedió:

-          Hijo, hay alguien que necesita más de ti que de mi. Héctor es un niño como tú, sólo que está en sus últimos días de vida y ha pedido que le regalen un juego de video para el DS que tiene, crees que podamos hacer algo?
-          No sé mami, son mis juegos…
-          Bueno, yo salgo para visitarlo después del medio día, si quieres vienes conmigo.
No dijo nada. Cuando iba a salir, lo veo tomando sus zapatos y me siguió sin decir nada hasta el carro. Ya en el auto me dice:
-          Estoy nervioso
-          ¿Por qué?
-          ¿No sé qué decirle?
-          No te preocupes, es un niño como tú, tiene los mismos intereses que tú, si le gustan los juegos de video, ya tienes un tema de conversación.
-          ¿Le pregunto cómo se siente?
-          Mejor deja que la conversación fluya. Yo estaré junto a ti. Sólo vamos a visitarlo.

Cuando llegamos, no pudimos verlo, estaba en terapia intensiva en el hospital, no nos dejaron pasar. Cuando pensé que habríamos ido en vano, salió la mamá de Héctor, nos saluda muy cariñosa, es una mujercita sencilla, del campo, su traje vestido de típico me hace pensar que tal vez sea de alguna comunidad, nos cuenta sobre el tratamiento de Héctor y que ya no se puede hacer nada. Yo tengo un nudo en la garganta, ella tiene una paz interior que me impresiona. Nos relata los detalles del traslado de Héctor a su pueblo, dice que no podrá vivir en su casa, porque ellos tienen que trepar montaña y Héctor ya no puede caminar, así que irá a vivir donde un hermano; le entrego un rompecabezas que le llevé y me da las gracias, dice que lo que más ha pedido desde hace meses es un juego de video para su DS que le regalaron, como ya no puede levantarse, por lo menos eso lo entretiene.
Mi hijo la mira, la escucha y saca una bolsa que le entrega, yo lo miro y mi nudo en la garganta crece más. Es la bolsa donde guarda todos, absolutamente todos sus juegos de video; sin siquiera quedarse con uno los entrega todos y le dice:
-          Déle esto, ahora va a tener con qué jugar - Mientras dice esto, se acerca y le da un abrazo a la mamá de Héctor. Yo hago lo mismo, intentando balbucear algo pero no puedo. Estoy a punto de quebrarme.
-          Gracias, muchas gracias, Héctor se va a poner feliz – nos dice y sonríe. Yo no puedo. Tengo que salir.

Ya en el auto, camino a casa le pregunto con cuidado, pensando en que de pronto se arrepiente de haber entregado todos sus juegos:
-          ¿Cómo te sientes?
-          Me siento bien – me responde sonreído – Sé que hice lo correcto.  
-          Intento sonreír como él, pero mis lágrimas me lo impiden…. 


(Hector falleció 2 meses después. Que descanse en Paz).