Hace
falta un empujón para salir del agua. Este es un relato real que me sucedió y
que lo dejo plasmado como una lección aprendida en el camino que me toca vivir.
Eran
las 8 de la noche y regresaba a casa después de una jornada normal de clases y
visitas familiares, tenia planeado visitar a mi hermano pero no lo hice, decidí
pasar de largo por su casa e irme temprano a descansar. Telefoneé a mi madre
para decirle que llegaría en 10 minutos, que todo iba bien. Y así fue durante los próximos 5 minutos,
hasta que mi mente tuvo un desconecte con la realidad y lo que sigue sucedió
como en cámara lenta…
Un
semáforo en rojo, en una intersección importante, un vehículo delante de mí,
otro a mi derecha, un bus lleno de pasajeros detrás y yo esperando sumergida en
el abismo de mis ideas, contando los segundos o tal vez los autos que cruzaban
sin percatarse de mi existencia; de pronto un golpe y el sonido de un cristal
rompiéndose y miles de pedazos de cristal volando hacia mí, volteé a mirar y vi
la mano intrusa que tomaba mi cartera para salir corriendo, lo detuve. No sé
cómo, ni en qué momento mi mano derecha se lanzó a la misma velocidad que él,
sobre su mano y agarré del mismo lado la cartera, jalé con todas mis fuerzas y
me escuché gritarle -“¡No lo hagas!”, sentí que mi corazón salía por mi boca,
mis músculos se tensaron, mi angustia se apoderó de mi por completo -“¡suelta!”
me gritó, -“¡por favor, no lo hagas!”, -“¡suelta te digo¡”, -“¡por favor,
NOO¡”, y en cada súplica forcejeaba con todas mis fuerzas para mi lado mientras
el ladrón lo hacía para el suyo. Mi
mirada desesperada, buscó ayuda en los autos que me rodeaban, sólo encontré
ojos aterrorizados de mudos espectadores en pausa, como esperando el fatal
desenlace para lamentarse de lo que no debía suceder, pero estaba sucediendo. No
pensé soltar, me di cuenta que nadie me ayudaría, pensaba en mis documentos, mi
pasaporte, papeles importantes que sólo me importan a mi, un regalo para mi
hijo de sus abuelos, pensaba en que no está bien, que esto no me está
sucediendo, esto no es real, NOO, no voy a soltar “¡No lo hagas!” le dije por
enésima vez mientras jalaba con todas mis fuerzas mi cartera hacia dentro del
auto. De pronto, un movimiento veloz
puso un fin a la discusión, su mano sujetó un arma y me dijo: “¡sueltas la
cartera o quieres que te mate!”, de
verdad que no le creí, dentro de mi cabeza me escuché decirme, “no está
hablando en serio”, “no me va a matar”, “está tratando de asustarme”, “¿está
seguro que lo va a hacer?, ¿de verdad que me va a matar? ¿va a apretar el
gatillo?... fue entonces que sentí una fuerza que abrió mi mano amortiguada y
entonces solté… solté todo, solté en llanto, solté el miedo que llevaba
acumulado, solté la angustia que tensaba mis músculos, solté el pánico que
estaba escondido y miré paralizada a la misma gente que me miraba sin saber qué
decirme... entré en shock y lloré sin percatarme que el semáforo había cambiado
a verde y los autos se movían lamentándose de mi cuadro doliente y patético en
la mitad de la vía. Nadie hizo nada.
No
fue sino hasta después de una media hora, cuando la policía llegó junto con mi
hermano, que me percaté que tenía la mano cortada y mis dedos amoratados, ni
siquiera sentí el golpe que me había dado contra el volante.
¡Oh
Dios!, el ladrón no te roba la plata, te roba la paz, se lleva tu armonía, no
tus cosas, te deja en completo desequilibrio, te deja miedo, desasosiego, inseguridad, desesperanza.
No
tuve rabia, tuve tristeza, tristeza por ese hombre que tiene que robar para
tener, que tiene que golpear para hacerse sentir, que tiene que invadir para
existir, tristeza por esta sociedad que no fortalece valores, que cría hijos en
las calles, que tira pobreza a diario, que brota hombres y mujeres vacíos de si
mismos, que deja de pelear por lo justo para engrandecer vanidades; que no mira
más allá de lo que le conviene, que no participa porque no le importa.
Necesité
una terapia de abrazos para recuperar mi equilibro. Gracias a cada uno, mis
amigos y mi familia que sabe lo que hizo para regresar mi paz. Gracias a ustedes que se preocuparon por mi
bienestar, que me permite sacar valor
para escribir mi relato y pensar las cosas con más claridad, seguiré caminando
esta vida, no me tocó mi hora aún, al fin de cuentas, hay un mundo por delante
que necesita gente con valor, gente fortalecida, dispuesta a luchar por lo
justo y rescatar individuos hacia la conciencia, pues ¡aquí estoy! Y ¡más fuerte que nunca!
Lic.
Yadyra de Paz y Miño